
Esa tarde pude ver ese “espacio
exterior” que solo podía imaginar a través de la sección de astronomía de la
enciclopedia de mi casa… vi las estrellas muy de cerca, planetas nuevos, el
cautivante ocaso de dos soles, seres de otros mundos, la eterna batalla entre
el bien y el mal… Pero lo que realmente cambio mi mundo fue ella: la hermosa
Princesa Leia, yo que amaba los cuentos de hadas vi en ella una imagen diferente
a la de las princesas de mis historias favoritas… se metió en problemas por
luchar por sus ideales y, aunque necesito ayuda de otros, no tuvo un rol pasivo
en su rescate: se hizo cargo de la situación demostrando que sabia cuidarse y
cuidar de otros, no tuvo miedo de enfrentar a sus enemigos o lo que a veces es más
peligroso, a sus propios amigos, fue leal aunque casi le costó la vida, no tuvo
miedo a la figura del poder y defendió sus ideas, era estratega pero no le
asusto luchar físicamente, estuvo allí para alentar a otros a dar la batalla y permaneció
firme y valiente en todo momento… todo
sin ensuciarse o despeinarse!… Al salir del cine, en medio del tropel de
emociones que me provoco la película tuve una idea clara, decidí que quería ser
como ella: Lista, dulce, valiente, fuerte, firme, fiel…
Después de tantos años, de los
avances tecnológicos, las secuelas, las mil veces que he visto la película y la
perspectiva diferente que tengo de la vida, sigo admirando a Leia, me sigue
cautivando e igual que la primera vez que la vi pienso: Quiero ser Princesa,
pero como Leia!