jueves, 20 de octubre de 2011

De temporales...


Siempre he pensado que las analogías al mundo material son una buena forma de explicar lo que pasa en el interior de las personas... estos diez días de lluvia que hemos pasado, me han hecho pensar irremediablemente en los temporales emocionales que he vivido... esos días en que el cielo del alma es gris y oscuro... por mas que se busque, solamente se puede ver nubarrones y uno sabe bien que es lo que traen: cantidades y cantidades de lluvia, esas gotas que caen en forma de dificultades, palabras, situaciones o problemas... a momentos suaves e ininterrumpidas (esa lluvia que no moja, pero empapa) o como fuertes tormentas que dejan caer eternas cantidades de agua... bajo la tormenta el alma se anega y se convierte en un pantano... no hay lugares secos, todo se torna oscuro... y el agua, que sigue cayendo, con su caudal arrasa hasta las estructuras mas fuertes, ceden las columnas, se rompen los puentes... todo se humedece y todo empieza a dañarse, cada nueva gota de agua debilita, oxida, corrompe... no faltan esos sentimientos oportunistas que como hongos proliferan, que manchan e impregnan ese olor a humedad tan característico y desagradable...

Es entonces cuando la desesperanza aparece e instala su reino, cuando no se ve mejoría cerca y el miedo, convertido en frío, invade todos los rincones... aunque en algún momento haya cortas mejorías que den un pequeño descanso, uno sabe que aun falta mas lluvia, solo se puede luchar por minimizar los daños y esperar... pero, aunque parecen eternas, tampoco las tormentas duran por siempre, y cuando pasa, cuando finalmente sale el sol, es hora de empezar a contar los daños... habrá entonces que ver que es lo que se ha perdido definitivamente, lo que se puede reparar y celebrar lo que se ha salvado... es tiempo de construir nuevos puentes, probablemente en un lugar diferente al que estaban, de levantar nuevos muros de contención, de limpiar, de botar, sustituir, asumir los cambios... y seguir viviendo!